En una noche de tormenta,
Refugiándome en tu amor,
Me diste a beber tus labios,
Como el más dulce licor,
Tú me besabas despacio,
Y te pedía más pasión,
Apresurándome a ese goce,
Que pedía mi corazón.
Tus brazos me rodeaban,
mientras sentía ese ardor,
que me quemaba la sangre,
por sentir contigo ese amor,
que a los dos nos embargaba,
con ternura y devoción.
PILAR. J. F.
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