Según cuentan en el curioso museo del orinal de Ciudad Rogrigo (Salmanca), se sabe que ya era un utensilio doméstico cotidiano durante la XIX dinstía del Imperio egipcio.
Los romanos, que lo llamaban matula o metella, tomaban asiendo generalmente en piezas de bronce, aunque las clases acomodadas lo hacían en piezas de plata.

A partir del siglo XVII empezaron a fabricarse masivamente con gres o porcelana, lo que otorga ese grío contato que conocen lo que lo han probado en las noches invernales. Más tarde se impuso la costumbre de esconderlo en sillas o aparedores del comedor.
Este objeto ha quedado hoy relegado a los hospitales, donde tienen forma de cuña para encajar más fácilmente bajo las posaderas de los pacientes.
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